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Prólogo

Prologue
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Capítulo #5. La Dacha

Año 1953. Sábado 7 de febrero. Un Mercedes Benz se detiene frente al Kremlin de Moscú. Leopoldo Bravo, sanjuanino de 33 años, está a punto de entrevistarse con Stalin. Llega con la misión de vender lanas y carnes. Cuarenta y cinco minutos después, se va con una casa de campo y la esperanza de casarse con una rumana.


Año 2012. Lunes 9 de julio. Un ruso vestido con delantal maniobra un bife de chorizo en la parrilla. Se seca el sudor con el antebrazo y me pregunta qué corte quiero. Otro ruso me ofrece un vaso de vino y una ucraniana acerca las empanadas.

Hay sol y los árboles casi no se mueven. A pocos metros del asado, una placa amurada a la pared registra la extrañeza: estamos en Moscú festejando el día de la independencia argentina en la misma casa de campo que Stalin le regaló a Bravo en aquel invierno de 1953. Esa historia, más que nuestro asado, merece ser contada.

En el año 1917, luego de la Revolución Rusa y el surgimiento de la Unión Repúblicas Socialistas Soviética, la Argentina rompe relaciones con esta parte del mundo. Juan Domingo Perón asume en 1945 y un año después cumple con su promesa de restablecer el contacto. Nombra embajador a Federico Cantoni (otrora caudillo sanjuanino), y comienza la misión. Cantoni, padre nunca reconocido de Leopoldo Bravo, cumplía funciones en Bucarest, Rumania. En su equipo de trabajo estaba el joven Bravo, que si bien nunca lo llamó padre, sí lo consideró su jefe político (los hermanos de Bravo, Rosa y Federico, iniciaron juicio de filiación tras la muerte de Cantoni. Leopoldo prefirió no hacerlo). La misión de Cantoni dura hasta 1949, pero Bravo se queda en Moscú, primero como consejero de la embajada y luego como encargado de negocios. Ya en 1953 Perón lo nombra embajador. El 16 de enero de ese año Leopoldo Bravo presenta las cartas credenciales en el Kremlin. Ahí mismo expresa su deseo de entrevistarse con Stalin, remota posibilidad por ese entonces, cuando el misterio alrededor del líder soviético ascendía a su máximo nivel: nunca se mostraba en público y pasaba sus días encerrado en el Kremlin o en su residencia campestre de Kuntsevo, creía que había un complot de médicos encargados de matarlo y desconfiaba hasta de su sombra. De todos modos, el Ministro de Relaciones Exteriores soviético, Andréi Vishinski, trasmite el pedido a Stalin y –vaya uno a saber por qué– la entrevista es aceptada y programada para el 7 de febrero a la mañana.

Cuando Bravo recibe la noticia, avisa a la cancillería argentina. En breve llega la respuesta de Jerónimo Remorino, Ministro de Relaciones Exteriores: “Transmita al señor Stalin los saludos de Su Excelencia, el señor Presidente de la Nación Argentina, Juan Domingo Perón, y su deseo de ver relaciones más estrechas entre los dos países en el ámbito económico. (…) Evite hacer comentarios sobre política internacional”. Las órdenes son precisas. Por más celebrado que es el encuentro, Perón tiene sus dudas: está empezando a alivianar sus ataques a los Estados Unidos y la reunión, en plena Guerra Fría, contribuye poco a la amistad. (Historiadores rusos aseguran que Stalin habría aceptado la entrevista principalmente para irritar a los norteamericanos).

Finalmente, llega el 7 de febrero. Mañana helada en el invierno de Moscú. La jornada, que permaneció en el misterio durante décadas, hoy puede ser reconstruida gracias a las notas de Vishinski, al informe de Bravo y a comentarios que éste hiciera años más tarde a distintas personas (algunos de ellos los refiere Abel Posse, embajador en Moscú una década y media después, en un artículo del diario La Nación1).

Sabemos que el embajador llega hasta las puertas del Kremlin en un auto Mercedes Benz conducido por un tal Anatole. Ahí lo hacen cambiar de vehículo y, acompañado por Andréi Vishinski y por su propio intérprete, va hacia el encuentro con Stalin. El Mariscal, que viste un traje verde y lleva colgada la condecoración de Héroe del Trabajo Socialista, lo recibe con un apretón de manos2. Luego de las adulaciones de rigor (por parte del argentino, claro), comienza la entrevista.

Stalin, según consta en el informe que Bravo dejó en la embajada y que recupera Posse en su artículo, escucha al interprete y dibuja lobos, muchos lobos pequeñitos. Cada tanto levanta la mirada y ofrece un gesto amable, alguna palabra de complicidad, algún sí o algún no. Después vienen los negocios. Bravo expone una breve lista de productos que la Argentina podría vender y comprar, y Stalin asiente satisfecho (no hay dudas al respecto: cinco meses después se firmaría el primer acuerdo comercial de la historia entre la URSS y un país de América Latina). Luego Stalin comienza con sus preguntas: “¿Ahora la Argentina no es un país independiente?”. “La Argentina –responde Bravo– es una nación independiente, pero había muchos monopolios que dominaban en las esferas de la economía. El presidente Perón realizó su campaña por la nacionalización de las empresas extranjeras y ya nacionalizó algunas. Sin la independencia económica no hay soberanía política”3. Después, créase o no, hablan de fútbol. Coquetean con la idea de organizar un partido entre ambas selecciones y Stalin se muestra particularmente interesado en llevar a Boca Juniors a jugar a Moscú.

Sigue la conversación y lo que discuten tiene llamativa vigencia en estos días. Bravo dice que nuestro país cuenta con una industria petrolera nacional a la cual le faltan equipos de perforación. A su vez se queja de la explotación inglesa en el mercado de carnes. Stalin responde con pedagogía: “Antes, en los tiempos del zar, toda la industria de Leningrado (San Petersburgo) y toda la flota del Báltico consumían el carbón inglés, pero ahora la situación ha cambiado porque echamos a los ingleses. Por eso ellos están molestos y nos están regañando… A los anglosajones les gusta explotar a los demás. Tenemos que acabar con esto. Cada nación, aunque sea muy pequeña, quiere vivir su propia vida”…

Finalmente el líder soviético sugiere al embajador que Latinoamérica debería formar una unión de países al estilo Estados Unidos de América del Sur, a lo cual Bravo responde que, si bien el deseo está, los norteamericanos atentan sistemáticamente contra eso. Stalin retruca con firmeza: “Esto demuestra solamente la pobreza de los argumentos de los Estados Unidos, quienes tienen mucho dinero y muy poco en la cabeza. Normalmente a los presidentes norteamericanos no les gusta pensar, prefieren usar la ayuda de los “trust cerebrales”, en particular, en los casos de Roosevelt y Truman”.

Envalentonado, el general pregunta por Evita, apenas fallecida unos meses antes (en julio del 52): “¿A qué se debe la gran influencia de Eva Perón en la vida social del país? ¿A que es la esposa del jefe de Estado o a sus cualidades personales?”. “A ambas”, responde Bravo, que trata de centrar la charla en Perón.

Ya sobre el final, el líder soviético pregunta al embajador cómo se encuentra en la ciudad, a lo que Bravo responde que bien, pero un tanto abrumado (de más está aclarar que, como buen diplomático, habrá usado otras palabras). Stalin toma la posta y ordena a sus asistentes que de inmediato le entreguen una dacha. Cumpliendo con la tradición rusa de tener una casa de campo (se estima que al día de hoy cerca de 30 millones de rusos tienen, además del hogar, una dacha en las afueras de su ciudad), Bravo acepta de buena gana y la dacha que le entregan es justamente esta casa verde adonde llegamos 59 años después para festejar el día de la independencia. Otra vez es 9 de julio. Hay sol. Otra vez es un día peronista.

Muerdo una empanada. La grasa me ensucia las manos y pido una servilleta. Casi no se escuchan autos. Acá, donde antes había apenas suburbios, hoy se alza una especie de barrio privado/público: forma parte de la ciudad pero hay policías custodiando la entrada. Se podría decir que la embajada argentina tiene casa en un country de Moscú, y entre sus vecinos están Roman Abramovich (el dueño del Chelsea), o la familia del presidente Vladimir Putin. Acorde a la Rusia de hoy, sus casas no son de madera sino monumentales mansiones modernas. La única construcción original, no sé si por riqueza o por carencia, es nuestra dachita.

De todos modos, como quien entra a una quinta cualquiera de Castelar o Bella Vista, siento que el encanto no está en el lugar al que se llega sino en la lejanía de la procedencia a la que se le escapa. Es decir, una quinta no es más que un lugar fuera del propio lugar, ésa es la gracia: poder salir de Moscú sin salir de Moscú… Y a la vez estar en Argentina, claro, porque la dacha –como la embajada– es un virtual suelo patrio.

Lo primero que veo, después de saludar a dos amables rusas de español tosco, es una hamaca roja medio oxidada. Dudo que alguien la haya usado en los últimos veinte años. A su lado, árboles, muchos y frondosos. Una bandera argentina sin flamear, una horrible carpa blanca para eventos, y finalmente la casa. Está hecha de troncos y, aunque me parece medio enclenque, tiene ya más de cien años en pie (fue construida en 1901). La pintura verde está entre intacta y corroída por el tiempo, como pintada a viejo. El color, calculo, es el mismo que vio Bravo la primera vez que entró, aquel invierno de la década del 50. ¿Cómo sería entrar acá en el año 1953? Haber nacido a pleno sol en San Juan y terminar en los suburbios de Moscú por un regalo de Stalin, orgulloso seguramente y muerto de frío, viendo todo blanco y pensando en una remota novia rumana… ¿Cómo sería ser Bravo en ese entonces, Bravo en 1953 habiendo nacido en San Juan y recibiendo un regalo de Stalin? ¿Estaría ya la hamaca o habrá sido un capricho de mal gusto de la hija de algún embajador posterior?

Yo entro a la dacha y, a decir verdad, al principio no me doy cuenta de lo extraordinario. Entonces paso al living y veo en una cómoda el busto en bronce de Stalin. Su uniforme parece prolijo. Tiene dos medallas colgadas y la mirada difusa, como dirigida a una multitud. Junto a él, vestido de blanca arcilla, está el busto de Perón, con saco, camisa y corbata. Los dos sonríen, Perón lo hace con la boca abierta, mostrando la alegría, invitando a reír con él; Stalin en cambio apenas esboza la sonrisa, la ofrece desde lejos, con mesura, de la única manera que podía hacerlo el “Generalísimo”. Es que el suyo no era un carisma tan reidor como el de Perón, mucho más argento, más chabacano o gesticular. No, el suyo –leo y me dicen– era un carisma bonachón, casi tierno. Sin embargo, en la otra cara de la misma moneda, estaba el tipo paranoico que mandaba a fusilar hombres como hormigas. A ése no se le podía preguntar ni la hora, a ése el mundo lo llamaba –y lo llama aún– con el nombre que él mismo se inventó: Stalin, que significa, en ruso, “hecho de acero”. Tal vez porque al final todo se sabe, ése es el Stalin que se hizo lugar en la historia. Ya nadie le cree la amabilidad de viejo bueno y sus víctimas –casi siempre rusos–, siguen apareciendo aun varias décadas después de muertas… Su busto sin embargo, el que se luce ahora en la dacha argentina, hecho no de acero sino de bronce, sigue sonriente y tierno, más tierno que en cualquier monumento ruso.

La propiedad en sí, aunque está valuada en más de 25 millones de euros, no es ningún lujo: apenas un alambrado, más o menos cinco mil metros cuadrados de terreno, y la casita de madera empotrada al medio. En ella se lee la placa para la historia: “Dacha cedida en honor a la amistad Ruso-Argentina durante los gobiernos del Premier José Stalin y del Presidente Juan D. Perón. Representado por el Embajador Leopoldo Bravo”… Lo que no cuenta el bronce es el final real del encuentro.

Nuevamente año 1953. Aquella mañana helada de Moscú. Seguro de sí, un Leopoldo Bravo de 33 años trata de explicar qué es el peronismo, anatema hasta hoy inexplicable. El líder ruso lo escucha pensativo. Intercambian unas últimas palabras de cortesía y se despiden. Stalin recomienda a Bravo viajar a Georgia y lo alienta a recorrer la Unión Soviética. Sobre el peronismo concluye: “Si lo he entendido bien, ustedes serían capitalistas, pero no tanto. Pero también socialistas, aunque casi nada. Llegan al poder por elecciones, pero no creen en la democracia burguesa…”. Bravo le dice que sí, que es exactamente eso, y ya sobre el pucho de su descaro le entrega una carta con un pedido inusual. Dice: “Me dirijo a Su Excelencia, el Generalísimo Stalin, como amigo de Argentina y Rumania solicitándole que contribuya a que Margarita Ioana Stamatiad, asistenta de la facultad filológica de la Universidad de Bucarest (Rumanía), pueda obtener el permiso para viajar a Moscú porque quiero casarme con ella… Le estaré agradecido a Su Excelencia durante toda mi vida por la ayuda en este asunto. Leopoldo Bravo”. Efectivamente, la muchacha consigue el permiso por favor de Stalin y Bravo, político de raza, nunca se casa con ella.

Al día siguiente del encuentro, el embajador eleva un informe a la cancillería contando lo sucedido4. Concluye el telegrama diciendo: “una óptima impresión me ha dado el Generalísimo Stalin, quien goza de plena salud y se expresa ágil, amena y agradablemente en su conversación”. Menos de un mes después, el 5 de marzo de 1953, Iósif Stalin muere a las diez menos diez de la noche.
Notas
1. “Eternos misterios del peronismo”, Abel Posse, diario La Nación.
2. Algunos de estos datos, recuperados de medios de la época, los refiere Ernesto Castrillón en la nota: “Memoria: entrevista con Stalin”, del diario La Nación. Vale la pena leerla en su totalidad.
3. Los archivos oficiales de la conversación entre Stalin y Bravo los reveló hace unos años el medio ruso Nezavisimaia Gazeta.
4. El informe que envía Bravo al Ministro de Relaciones Exteriores se encuentra íntegro en el archivo de la Cancillería Nacional.
Otras fuentes utilizadas:
 “Rusia-America Latina: diplomacia y diplomáticos. Representante de Perón es recibido por Stalin”, La Voz de Rusia.
“El caudillo en la intimidad”, Juan Carlos Bataller, San Juan al Mundo
“Rusia pide a la Argetina que devuelva la casa de campo que le regaló Stalin, Silvia Naishtat, diario Clarín.
“En la dacha de Stalin, Alicia Dujovne Ortiz, diario La Nación.
“Mi cumpleaños 38 en Moscú, Ursulina Cantoni, blog Federico Cantoni, hacedor del San Juan del Siglo XX.

 

 

Texto: Joaquín Sánchez Mariño
Video: Expreso a Oriente
Fotos: Joaquín Sánchez Mariño

22 respuestas a La Dacha

  1. Norma Susana Hassan dijo:

    Recibo con mucha alegría cada una de las comunicaciones que nos regalan. A través de ustedes estoy conociendo hechos históricos, paisajes y personas de una forma muy amena y que además me mueven a seguir informándome sobre temas olvidados o ignorados. Gracias y que todo ande bien.
    Norma (Mar del Plata)

  2. ssp dijo:

    Gran perlita. Muy buena la definición de Stalin del peronismo. El busto del General Kolynos se parece más a Berlusconi (tampoco hay grandes diferencias).
    Disfruten del Baikal y cuidado con las cervezas en botella de plástico de 3 litros…

  3. ANA CAMINO dijo:

    EXCELENTE NOTA !!!!! LOS FELICITO !!!!! Y ADEMÁS ME ENORGULLEZCO QUE SEAN JÓVENES ARGENTINOS QUE NOS ENSEÑEN DE ESTA MANERA. ¡¡¡¡¡ EXITOS !!!!!

  4. Paula dijo:

    Espectacular la Dacha, emotivo el relato, increíbles los hechos, y todo desconocido para mi hasta hoy… Es cierto, coincido con Norma, a quien no conozco, pero viajo con ustedes!!! Y además siento que es verdad, que la Rusia contada a través de ustedes me es familiar. Felicitaciones!!

  5. lucila dijo:

    Que linda historia y que bien redactada!!!
    Saludosss

  6. santa l dijo:

    felicitaciones por la nota Joaco!

  7. silvia dijo:

    Me fascinó la historia. Por supuesto, no la conocía. Viajar con ustedes es aprender un poquito cada día. Nunca es tarde cuando la dicha te deja tantos conocimientos no adquiridos en mi juventud. Por qué? No se. Tal vez porque el destino me iba a deparar conocerla a trávés de sus ojos. Y eso es mucho mejor. Los felicito. Y como dice Paula y les he dicho cada vez, estamos viajando a su lado. Sigan así, compartiendo con nosotros cada vivencia de este viaje fantástico. Un beso enorme locos aventureros.

  8. mariano dijo:

    Tan modernos y cancheros y citan a Abel Posse, el fallido ministro de educación porteño que declaró que el rock pervierte a los jóvenes.

  9. Troy dijo:

    Despues de tanta chachara, en definitiva se concluye que somos OKUPAS. Ustedes deben estar como los mas capos alla. Mucha historia argentina, llegue a saber quien es Federico Cantoni.

  10. Eduardo Real dijo:

    Chuta, ya están por Irkutsk, que todavía es europea. Asia (en términos demográficos) comienza ahí cerquita al lado del Baikal, pero sobre su costa oriental, en Ulan-Udé. Está por afuera de la ruta del transiberiano, así que es muy probable que se la pierdan.

  11. Nato Fernández dijo:

    Gracias, muchas gracias muchachos.- Pal ’53 estaba iniciando ing.en Córdoba.- Justo cuando el Ing.Bello tuvo que dejar la cátedra y ni remotamente recordaba este tema.- Muy bueno y sigan así!!!!! Tengo que agradecerle al papá de Hipólito, que me pasó el dato.-

  12. roberto dijo:

    Muy linda historia que es parte de nuestra HISTORIA.-

  13. ale lucino dijo:

    GENIOS DE LA VIDA!

    como pega ese sor*te!
    jajaja, alegria y delirios misticos muchachos!

    los abrazo desde el sureste asiatico
    paz y mucho rock nneeenneeeneeeee

  14. Roberuto dijo:

    se ve muy agradable esa dacha para festejar y comer con los amigos!! felicitaciones en esa aventura tan mágica!!! ~ sigo, siguiendolos! 🙂

  15. Federico Saint Romain dijo:

    Brillante historia. Muy bien contada en el texto y video. Qué tal estaba el asadeli? Mejor que los argentinos? Abrazo.

  16. Antonela dijo:

    Llegué de casualidad, por una amiga de la facultad, y me encanta!! De verdad, los felicito! Soy periodista freelance en varios medios y, confieso, es un lujo leerlos, es un lujo saber lo que están haciendo y viajar con sus palabras a esos lugares que visitan. Desde ayer a la noche, los leo y leo y lo único que espero es una nueva entrada. Gracias a los tres y mis más sinceras felicitaciones.

  17. Marina dijo:

    Realmente bárbaro todo lo relatado!! sigan así.!!!! Qué linda la bandera argentina.!!

  18. liliana dijo:

    me encanta el blog, viajo con usdtedes, muy buenas las imàgenes, los videos, y las descripciones!!!

  19. liliana dijo:

    muy bueno el blog, muy buenas imagenes, videos y descripcionessss

  20. Sil dijo:

    Gran historia, definiciones para quedarse pensando …
    Muy bien contada!!

  21. Patricia Arias dijo:

    Muy bueno el relato, es la primera vez que veo la página, me entere por revista Gente, he estado curioseando por distintos capítulo. Voy a verlos a todos, me gustaron mucho son distintas visiones, emociones, etc. Los viajes son caricias, mimos al alma, al espíritu en especial cuando se viven de esta manera. Felicitaciones

  22. ernesto lottermoser dijo:

    Se dice que en el diálogo con Stalin cuando el embajador intentó explicar el fenómeno del peronismo dijo que el movimiento no era ni pro capitalista ni comunista y entonces la reflexión de Stalin fue decir, no son capitalistas ni comunistas, esto es,no son nada.
    Es dificil imaginar semejante giro en la versión edulcorada que registra del encuentro nuestra cancillería. No obstante parece que la historia viene del relato del mismo Bravo.

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