3 de Septiembre. Llegada a Beijing
China es multitud. Multitud que se baja del tren y se apura por llegar al control migratorio. Son construcciones nuevas donde sea que se mire. Camiones, muchos camiones. Marcas. Todas chinas. Todas desconocidas. China es mal gusto. Es ser lo que se tiene. China es smog. Es Orden. Son uniformes. Esto es la nueva prosperidad.
Hipólito
4 de Septiembre. Beijing.
Cada vez que presto atención estoy comiendo algo o con una botella en la mano. No puedo dejar de consumir y ya gasté más de lo que tenía pensado. ¿Quién dijo que China era barato?. Comunismo acá es que todos puedan consumir por igual.
Hipólito
5 de Septiembre. Beijing.
Fuimos al distrito de arte en Beijing. Hasta último momento no encontré lo que buscaba. Al final, de casualidad nos metimos a una muestra de intervenciones tecnológicas. Justo estaban los artistas de las obras y nos quedamos charlando sobre internet y nuevas tecnologías.
Hipólito
6 de Septiembre. Beijing
La nube que flota sobre Beijing, para decirlo elegante, es como el capricho más inclaudicable de un pendejo millonario. No se ve más allá de los cien metros, los edificios son solo la base, el resto queda cubierto por esa nube/capricho que lo oculta todo. Cuesta respirar, como si cada cuadra fuera un pucho, un pucho largo que se mete en los pulmones y entristece todo. Hay algo de metafórico en esa nube, porque en China, como en Beijing, no se puede mirar más que a China. La experiencia está siempre condicionada por la abrumadora obligación de pensar en China, por esa nube/capricho que te acapara y te obliga a poner los ojos hacia adentro. Es como con la censura a internet: podés hacer lo que quieras, mientras no te escapes de su nube.
Joaquín
7 de Septiembre. Beijing.
Escorpión: una papa frita con más de frita que de papa, pero con el encanto peculiar de que si el bicho estuviera vivo la relación sería completamente distinta.
Serpiente: la venganza del niño traumado. Es bastante fea, elástica, y mejor no hablar más del tema porque realmente me dan miedo y no quiero jugar con mi suerte.
Cucaracha voladora: crocante, leve reminiscencias a roble, las antenas tienen el picante sutil del ají burmés, las patas son lo más antipático al paladar pero con un poco de astucia se las puede usar de escarbadientes.
Joaquín
8 de Septiembre. Beijing.
Que bueno que le insistí a los chicos con ir hoy a la muralla. Llovía a la mañana pero terminó saliendo el sol. Fuimos a una parte alejada de Beijing. Por suerte le escapamos a los tours de chinos que te queman la cabeza. La muralla es increíble. Miles y miles de kilómetros para evitar la llegada de los mongoles. Que absurdo, si hubiesen conocido a Bayna se hubiesen hecho amigos.
Hipólito
8 de Septiembre. Beijing.
Caminábamos por las calle y nos topamos con un artista callejero. Una especie de opera que te hipnotiza y deprime al mismo tiempo.
Gastón
12 de Septiembre. Beijing.
Internet es una cagada. Está todo bloqueado. Tuve que hablar con un amigo hacker en Buenos Aires que me prestó un servidor pirata. Toda nuestra información pasa por un túnel y evita la censura China. Todavía no sé si lo hice por nuestra adicción a Facebook o porque teníamos que cargar el capítulo de Los Pascal Jenny. No importa, las dos cosas están garantizadas.
Hipólito
13 de Septiembre. Shanghai.
Estoy en el futuro. Shanghai. Hay anillos voladores por encima de las calles para que camine el peatón. Así fluye el tránsito. Es como los Supersónicos, pero al revés.
Dicen que acá, dentro de cincuenta años, van a haber más de 300 millones de habitantes. Están todos conectados con sus iPhones o sus Samsung Galaxy S3. En fin… yo, ser tecnológico, disfruto de este show que anticipa lo que vendrá.
Hipólito
14 de Septiembre. Shanghai.
Jugamos al fútbol con unos chinos que laburan en un restaurant. Hacía dos años que no tocaba una pelota. Me sentí Maradona por un rato. Hasta metí un gol y todo.
Terminé cortándome el pelo en una peluquería fashion de un shopping. Le tuve que mostrar al peluquero fotos de modelos para explicarle lo que quería hacerme. Ahora me dicen hipster.
Hipólito
15 de Septiembre. Shanghai.
El dRummer piró con que quería conocer el parque donde se filmó Avatar (?), y se tomó un tren para vaya uno a saber dónde. Por siete días tenemos piedra libre con Tito para tomar cafés sofisticados o comprar Coca Cola sin que alguien nos acuse de capitalistas.
Joaquín
15 de Septiembre. Tren a Changsha.
El tren sale de la estación con destino a Changsha. Dicen que ahí cerca se filmó Avatar. Esa es su carta de presentación. Ese es el impulso que me trajo a esta estación, sin mis dos cómplices.
Un ronquido no me deja dormir, pero esta vez no es Hipólito el culpable. Las miradas chinas se me clavan como mil lanzas por todo el cuerpo y yo no encuentro aliados: otra vez al ruedo, solo.
El humo del cigarrillo prohibido en el vagón se acuesta encima mio y sigo sin saber por qué volví a las líneas de este cuaderno. Será la música horrible pero apaciguadora que sale a todo volumen de los parlantes del tren, o será el chino que me ocupó el asiento y, no conforme con hacerse el desentendido me dice que baje los pies del asiento de al lado… O capaz fue la excitación que me provocó la corrida que me depositó en este tren, al que llegué 80 segundos antes de que arrancara. O simplemente que no tengo con quién charlar y, peor aún, sé que todo esto que estoy viviendo solo lo sabré yo y los 116 chinos anónimos con los que comparto el vagón.
Gastón
18 de Septiembre. Shanghai
Fuimos a hacernos masajes a las doce de la noche. Nos llevan a un cuarto a cada uno y empieza la sesión. Espalda, manos, piernas, aceite, columna, espalda de vuelta, pecho, cabeza. Después de cuarenta minutos la china empieza a trabajar los abdominales. Le pone onda, veo en sus manos y en su cara cierta intención de seducirme. No me equivoco, a los cinco minutos hace flotar sus manos arriba del bóxer y pregunta: “¿special massage?”. Me río, no puedo evitarlo, y pienso qué estará diciendo Tito en el cuarto de al lado. Por si acaso, para ahorrar y para no tener que irme al carajo en este diario, le digo que no, que muchas gracias, y que la próxima vez que esté por el barrio paso a visitarla.
Joaquín
19 de Septiembre. Tren a Hangzhou.
La otra afición de los chinos es la venta ambulante. Después de cada parada entra la misma mujer de siempre con un producto nuevo, primero un paño de tela que se seca en tres minutos (se venden cerca de 25), después un reproductor de dvds con pantallita incluida, más tarde un cargador de baterías portátil con más de 7 adaptadores para no quedarse sin celular, tablet o lo que sea (no lo compro, pero me quedo con las ganas y en Hong Kong me desquito…). En fin, no sé cuántas cosas más me pierdo de comprar. No así el pibe en diagonal a mí, que compra el pañuelito, compra el reproductor y compra el cargador de baterías. Durante las próximas quince horas voy a putear esos amperes de más que consiguió por veinte dólares: gracias a ellos, el celular que le dicta su canción favorita por los parlantes no se va a apagar en todo el viaje, y él tampoco. Con Tito lo bautizamos “el manija”, y aunque es uno más de China, para nosotros es inolvidable. Supongo que sueña con ser una estrella pop o un cantante de boleros, no lo sé. Conforme viaja, imagino, va afinando un poco más sus movimientos. Algún día se lo voy a contar a mis nietos: si mis pequeños, yo viajé en tren con el Manija.
Joaquín
19 de Septiembre. Wulingyuan.
Hablé por Skype con la Negra, mi amiga del alma, que cumplía años, y saludé a todos los asistentes a su festejo. Aún no eran las 12 y salí a buscar otro hostel porque no tenía lugar para esa noche. Después de instalarme recorrí el pueblo. No pude parar de sacar fotos. Todo el tiempo encontraba cosas que valían la pena fotografiar. El río, las casas, los techos, las vendedoras, la comida, los puentes, los puestitos, las góndolas, las puertas, las pagodas. Todo era digno de una postal.
Tras subir a un cerro, me dispuse a continuar con la sesión fotográfica cuando un chino se puso detrás mío (algo típico en los chinos, que se acercan a mirar lo que estás fotografiando o filmando). Pero como no se iba, empecé a impacientarme. Me saqué los auriculares y ni se inmutó. Hasta que me di vuelta y lo miré a la cara. Era un chico de unos 17 años, de anteojos y mirada inocente. Parecía admirado por algo, y me dijo: “Your hair is so cool”… no pude evitarlo y estallé de la risa. Le agradecí y finalmente se fue. Yo tenía el pelo atado al frente para que no me molestara el flequillo en los ojos, nada más. Esa misma noche, recibí el mismo halago dos veces más, con exactamente las mismas palabras (hair cool). Definitivamente, la frase “menos onda que flequillo de coreano” es aplicable a los chinos.
Gastón
20 de Septiembre
Subimos a las montañas de las nieblas espectrales en Huangshan. Levantarme para ver amaneceres es una de las cosas que más detesto en el mundo además de hacer masajes. Lo tuvimos que hacer para filmar un poco. Eran las cinco de la mañana y ya había trescientos chinos insoportables gritando “woww’, “uhh” y “ahh”.
Aceleramos el paso para adelantarnos a los tours y conocimos a Wuan Chowfan y sus amigos. Nos convidaron de su desayuno: un arroz con salsa que cocinaron en una caja de plástico. Le pusieron unos químicos y la caja empezó a hervir. A los quince minutos el arroz estaba listo. Sale 2 dólares.
Hipólito
20 de Septiembre. Wulingyuan.
Un día después de ver a los monos encerrados en una jaula, los encontré en su estado nativo, andando por los senderos del parque de Wulingyuan. Había vistos letreros que decían “do not tease the wild monkeys”, e intuía que tease significa alimentar o algo por el estilo. Sinceramente nunca hubiera hecho semejante cosa. Pero al llegar a uno de los miradores vi como una turista china le ofrecía un caramelo a un mono que, sin perder ni un segundo, se lo arrebató de la mano y con más habilidad que un prestidigitador lo desenvolvió, tiró el papel al piso y se lo comió. Me sentí muy mal. No entendía cómo alguien podía darle un caramelo a un mono salvaje. Entonces fue cuando recordé que me quedaba una sola banana en la mochila, y de repente lo que nunca se me hubiera ocurrido se transformó en un acto de rectificación de la raza humana, un resarcimiento para el pobre mono humillado. Vi que había uno apoyado en una baranda, con cara de tierno, y lo elegí. Abrí mi mochila y, mientras buscaba la bolsa con la banana, se empezaron a acercar otros dos monos. No llegué a sacar la bolsa que uno de los rufianes me la arrebató de la mano, tiró la bolsa, peló la banana y se la empezó a comer muy pancho, mientras el de cara tierna miraba inaudito y otros seis monos se abalanzaban sobre la plataforma donde estaba parado.
Cuando me quise dar cuenta, estaba forcejeando mi mochila con uno de los monos que tiraba con fuerza. Inútilmente le ponía cara de no hay más (sí, soy un pelotudo), y el culo rojo dejó de tirar de la cinta para meter la mano adentro de la mochila (sólo me queda un paquete de oreo y no voy a dárselo, pensé). Seguí luchando, ya con un julepe importante –había carteles con precauciones sobre evitar los rasguños– y tres monos de frente (el tierno solo miraba). Me di vuelta para evadirlos y para mi sorpresa (o cagazo, mejor dicho) encontré a otro mono, parado en dos patas perfectamente erguido, como cualquier ser humano, mirándome a los ojos.
Decidí escapar, primero a paso ligero, luego al trote y finalmente con un pique corto, para no demostrar mi miedo (supuse que, como los perros y los caballos, lo sentirían). Me interné en otro sendero que bajaba de la montaña por el lado de atrás, prácticamente abandonado. Dos monos me siguieron por el camino y otros tantos se lanzaron a mi persecución por los árboles. Después de 70 metros, supuse que me habían dejado.
El camino estaba desolado, no había absolutamente nadie y el verdín en las piedras denotaba la falta de caminantes en mucho tiempo. Todo estaba rodeado de una espesa vegetación. Después de 30 minutos de descenso me volví a encontrar monos en el camino, no los mismos, claro. Por un momento jugué con la idea de que capaz estaban advertidos de mi llegada (sí, otra vez, qué pelotudo). Me acordé de Caro (mi ex novia), que sin motivo aparente tenía un aprecio enorme por los monos. “Si a ella, que es tan miedosa, le gustan, a mí no me pueden asustar”, pensé tratando de engañar a mi conciencia. No hubo caso, seguía con miedo. Finalmente salí del camino, los últimos monos sólo me vieron pasar y se alejaron. Respiré. Al subirme al bondi de regreso recordé a Guybrush Threepwood y sus expediciones a la Isla del mono. Ese sí que era un pirata valeroso.
Gastón
21 de Septiembre. Fenghuang.
Amanecí y me fui a la cueva del Dragón Amarillo. Muy linda, pero no mucho más que un paseo a oscuras con unos pingorochos de hasta 17 metros y más de 20 millones de años de antiguedad iluminados como si estuvieran en Las Vegas. Volví al hostel, discutí porque me querían cobrar el late check out (cuando a las 8 y media de la mañana, hora en que me fui a la cueva, todos dormían) y me fui a la estación de buses, previo almuerzo tirado en la calle (noodles, obvio). Al subirme, una china en perfecto inglés me pidió cambiar el asiento, petición a la que accedí sin ningún problema. La misma chica, al bajar en Fenghuang cinco horas después, me preguntó si tenía hotel y al decirle que no me ofreció su ayuda y la de su novio. Acepté nuevamente. Me llevaron en taxi, que no me dejaron pagar, y me invitaron a tomar unas cervezas una vez que nos instalamos en el hostel.
Fuimos a un lugar tranquilo en un pueblo repleto de turistas chinos, pero con las vistas más fotografiables que vi en mi vida.
Pidieron pollo, carne con una especie de pepino amargo, tofu y arroz. Yo me limité a comer, a contarles de mi viaje y a charlar de la vida. Las cervezas nunca dejaron de llegar a la mesa (empezaba a sufrir por la cuenta) y el novio de Juehi, un pelado simpático pero algo callado, se subió al escenario y se armó el karaoke. Mucho Sting (me obligaron a subir y tuve que cantar English Man in New York, vos fijate) y canciones chinas. Tras dos horas y algo así como 14 cervezas, pagaron la cuenta mientras estaba en el baño (juro que no fue intencional) y volvieron a prohibirme que les diera plata. Quedamos en vernos al día siguiente.
Gastón
22 de Septiembre. Fenghuang.
Por segundo día consecutivo uno de los dueños del hostel me limó el bocho. Todo empezó a la mediodía cuando se levantó de su mesa –que ya acumulaba unas 13 botellas de cerveza y aún no eran las 12– y me empezó a decir cosas bastante gay, como “iu ar biutiful men” y “iu jav gud soul”. Después me dijo que era de Corea pero que vivía en China hace 10 años. Me invitó una cerveza, me habló de bailes coreanos, de lo injusto que era el mundo, de su odio por las guerras y las religiones, y nunca, pero nunca, dejó de tocarme la espalda y el hombro.
Traté de mantenerlo tranquilo, los borrachos no son fáciles de manejar y menos al mediodía. A la noche volvió a aparecer. “Gud traveler”, me decía ahora. Seguía tomando desde la mañana, pero parecía más calmo. Me habló de una mujer, de sus hijos, de que debíamos hacer algo para cambiar el mundo y no paraba de tirar patadas y trompadas al aire al grito de “iah, iah”. Después quiso enseñarme un baile coreano y por un momento creo que lloró. Dejé de darle cabida, y se pasó los días sentado en una de las mesas –colmada de botellas– invitando cerveza a las distintas personas y gritando como un desaforado. Ah, llovió todo el día.
Gastón
22 de Septiembre. Tren a Yangshou.
Viajamos en tren a Guilin en la clase más barata. La única diferencia que encuentro entre las distintas categorías es la cantidad de gente con la que uno viaja. En nuestro vagón, el último, viajamos muchos, ni idea cuántos, más de ciento cincuenta personas. Cada media hora paramos en distintas estaciones y la gente, desesperada vaya uno a saber por qué, sale al andén a comprar porciones de todo tipo de comidas. Con el tren andando la dinámica es distinta, la mayoría juega con el celular, lee algún diario o mira la pantalla más cercana que tenga (siempre hay pantalla cerca). Hace un rato por ejemplo sacamos la computadora con Tito y nos pusimos a ver una película. El tipo del asiento de enfrente se intrigó y así como si nada agarró la computadora, la dio vuelta, y se quedó un rato mirando él la película que estábamos viendo nosotros… Es raro, como si en el campo de las pantallas no hubiera propiedad privada. Y no la hay, están a disposición de quien las tenga cerca, es un derecho adquirido, una suerte de bendición high definition que les quema el cerebro. Y a mí también. Y me acuerdo de un cuento de Fontanarrosa en el que un personaje decía que el famoso aleph de Borges era en realidad un televisor Hitachi de 14 pulgadas traído de Corea. Empiezo a tomarlo en serio.
Joaquín
24 de Septiembre. Yangshou.
Hoy fui a comprar una remera y me pidieron 30 dólares. Ofrecí 1 y cerramos trato por 3.
Hipólito
29 de Septiembre. Macao.
Llegamos a Macao. Vinimos básicamente porque mi hermano Rodrigo me exigió que cuando estuviera en China viniera hasta acá, no me dijo por qué. Y yo (tampoco me explico por qué), le hice caso. Así que estoy en una ciudad semi independiente que forma parte de China pero fue colonia portuguesa y de la cual mi hermano es una especie de fanático inentendible. Y camino por sus calles tratando de entender más el fanatismo de Rodrigo que el corazón de la ciudad. Lo único que sé es que no son la misma cosa.
Hay dos idiomas oficiales, el chino y el portugués. La gente habla solamente el primero pero los carteles están en el segundo. Tienen moneda es propia, dólares macaenses, y a diferencia de China acá sí hay presencia católica (aunque esa presencia hoy está solo en la fachada semi destruida de la que fuera la iglesia cristiana más grande Asia). De lo portugués, además, quedan las tortitas de huevo que venden en la calle. Pero los datos me sirven de poco: mi hermano no es cristiano ni sabe de las tortitas, así que esto no explica su fanatismo. Tal vez, pienso en un momento, tenga que ver con que Macao es el único lugar de China en el que están permitidos los casinos. De ahí viene el apodo de “Las Vegas de Oriente”, de sus más de cien casinos de todos tamaños y colores que mueven más plata que los casinos de Las Vegas original. Sin embargo tampoco puede tener que ver con eso, Rodrigo a duras penas conoce las reglas del truco.
Me rindo y busco un bar con internet. Lo llamo por Skype y sin más vueltas se lo pregunto, por qué Macao, que me encantó, que me pareció muy loca, pero por qué Macao… Se ríe y me dice: “¿ah, fuiste?”; y después, como quien dice la nimiedad más irrelevante, responde: “es que Orson Welles dijo que Macao era la ciudad más extraña del mundo”…
En fin, si a esta altura no lo conozco…
Joaquín
1 de Octubre. Hong Kong.
Estoy agobiado. Mucha oferta de tecnología. Es mi paraíso. Puedo probar cualquier chiche e irme. Me despierta una fiebre infernal, quiero comprarme todo. Y los rumores eran ciertos, los precios son muy baratos, parecidos a los de Estados Unidos.
Hipólito
Video: Expreso a Oriente
Música: One heavy Febreaury, de Architecture in Helsinki & People, de Gorillaz
14 respuestas a China, el gigante que nunca te deja dormir.
ajhahajhjhahja
jahjahjahjahjhajhjajhahjahahjajajhahjajhjhajhahajhahj
Mani-Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
ahjhjajhajhahjahjahjahjahjhjahjahjahjahjhjajhahjahjahjajh!!!
Cómo se estarán rompiendo el culo de risa por favor!
¿No llevaron un manual de capacitación para los vendedores ambulantes chinos del gremio General Belgrano? o a lo mejor, documente y viceversa.
Enhorabuena. Muy divertido y entretenido relatos, imágenes y todos los sentidos.
Buenos vientos!
Desopilante, asombroso, un poquito puerco cuando los vi comiendo bichos, atrapante como todo lo que escriben. No faltó el suspenso cuando los monos buscaban más bananas o con las insinuaciones de la masajista. Me gusta todo lo que escriben y me tienen re enganchada esperando más. Chicos, sigan disfrutando porque ese estado es contagioso y nos hace bien a los que los acompañamos desde acá. Los quiero un montón. Besitos para todos
Siento como si viajara con ustedes. Me encanto este capitulo pero creo que salvo la muralla china no voy a ir. Muchos chinos. sigan adelante que nosotros desde aca los seguimos como los capitulos de Lost. Besos
Todavía no vi la nota de China pero acabo de escucharlos en la radio!!! Increíble nota! Salió buenísima!!! Felicitaciones Popi!!!! Sigan recorriendo que desde acá los seguimos disfrutando!!!
me gusto lo que oi en la radio. interesesante la comparacion gormet! ahora q lei el capitulo… me parece que lo que sugirieron de China…. fue idea mia.ja ja. o una ironia…tal vez. ta bueno el relato. Pero no dan ganas de ir a China!
Por Mongolia: mori muerta! sigan, sigan….!! enshoy! saluditos desde BiEi
perdon! donde dice gormet debio decir gourmet.
Los banco, pero vuelvan a las bases, tienen que aparecer más ustedes y la gente. Digo, no sólo la imagen de la gente, sino la gente hablando, dejando una idea, algo. Y ustedes, lo mismo. Que no se convierta en un videoclip!
Por otra parte, el tema de gorilazz te tira para abajo. Lo habrán elegido por people people everybody people pero en un momento ya empalaga.
Igualmente es genial lo que están haciendo!, los videos anteriores la rompen y los que vienen seguro que también!.
Saludooos
Pd. Anímense a hacer videos más largos.
Recién hoy puedo terminar de leer todo. Coincido con los que dicen que se rieron de las anécdotas ya que, a mi entender, lo anecdótico llena lo que no puede llenarse con amor o pasión … Conocieron,vivieron, experimentaron. Esta muy bueno! No en todos lados se encuentra un Bayna…
Che acabo de ver que el título dice FRAGMENTOS DE UN DIARIO IMPRECISO 2….es tipo star wars que muestran el final primero? o hay un video que no puedo ver?
Espero el próximo capítulo como los argentinos esperan que saquen el cepo cambiario.
por favor trae buena info, ayer comimos cena china en barrio chino conmi profesor de culturachina es de tu edad pero adorable,eramos 10n alumnos creo que tus cronicas las vas a poder presentar a tu regreso.Yo estudio gratis en Cs Economicas el curso de turismo cultura y geografia de china.Ojala puede llegar a CHINA.BESOS MARTA
Tengo una intriga…
Una duda….
¿En que andará Manija? ¿Cómo lo llevará?
Y el cargador… le estará dando la energía que necesita y merece?
Quiero ser un negociador Hipólito.
Quiero un mapa sin líneas divisorias. ¿Las borro o me borro? Se puede? O borrar a los que dicen que por aquí o por allá.
Y vos, ¿cómo lo harías?
…
Y?
queremos más!
Venga…. suban algo!
Salut!
sigan esta fabuloso el viaje cuando vuelvan difundimos y asesoran para otros jovenes genial
Increible, sobre todo las aventuras de Gastón con los monos me encantó. Y claro, Manija. Saludos desde Colombia
La escena del karaoke es digna de Sofia Coppola, Bil Murray un poroto!!!