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FIN

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diarios
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Un amigo se suma a la aventura

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Fragmentos de un diario impreciso 2

China - Capítulo 11
09/10/2012 10 CAPITULO 10

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01/10/2012 9 CAPITULO 9

Mongolia

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Mongolia
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Los Pascal Jenny
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muerte y resurreccion del ultimo zar

romanovfinalfinal
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Fragmentos de un diario impreciso

rusia4
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El regalo de Stalin a Perón

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15/07/2012 4 CAPITULO 4

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03/07/2012 3 CAPITULO 3

Desprejuicios

Tres versiones de Polonia

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BECOMING BERLIN

Becoming Berlín
14/06/2012 1 CAPITULO 1

Occupy Frankfurt

Expreso a Oriente - Occupy Frankfurt
10/06/2012

Prólogo

Prologue
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Capítulo #13. India

La vaca camina, como tantas otras, por el medio de una calle en Hampi, un pueblito de 200 metros cuadrados perdido entre templos. Le cuelgan unas ubres largas y señala su camino con los cuernos. Quién sabe si será hinduista, cristiana, musulmana o budista. Si cree en la reencarnación, si en sus pasadas vidas anduvo –sagrada– hurgando la basura en India, o si supo pastar en las mesetas de Mongolia. Capaz incluso fue una vaquita feliz y rechoncha de La Pampa, a pesar de tener destino de matarife.

La vaca sigue su camino hasta un puesto sobre la ruta, en el que un hombre vende pasto que tiene prolijamente desacomodado sobre una mesa. Otro hombre se acerca, suelta unas rupias por un puñado de ese pasto y, previo rezo, se lo entrega a la misma vaca, implora a algún dios y endereza rumbo hacia su trabajo. El hombre en cuestión es hinduista; la vaca, si aún no lo es, al menos debería tener cierta simpatía por ese fervor religioso que le da de comer.

La escena me recuerda a otra en la puerta de un templo budista en Yangón, Myanmar: un indio acaba de desviar su rumbo hacia el trabajo. Se quita el calzado, alaba a Buda, se vuelve a calzar y le da unos billetes a una señora que saca uno de los tantos pájaros que tiene encerrados en una jaula minúscula. Se lo da al hombre que, previo rezo, lo libera arrojándolo al aire. Pagó la fianza de su libertad, vuelve a rezar y sigue camino a su trabajo. El pájaro vuela lo más alto posible para evitar ser cazado nuevamente; la señora manda a su hijo a cazar más pájaros.

El círculo productivo, capitalista y religioso –y vicioso– acaba de dar una vuelta más y, sin detenerse, comienza la siguiente. Ironía o no, las enseñanzas del budismo están simbolizadas por el dharma chakra, la Rueda del dharma, que comenzó a girar en Sarnath, India, hace más de 2400 años tras el primer sermón de Buda, que reposa inmóvil y pacífico en el centro de la rueda.

Rahul dicta cursos de comida india en Palolem, Goa. Considera muy importante la religión, las costumbres y la espiritualidad india. Cuenta que los jóvenes, las nuevas generaciones, solo piensan en una cosa: ganar mucha plata. Rahul dice que su sueño –en un tono de desmesurada sinceridad– es juntar mucha plata. Piensa un segundo, cambia el semblante, y trata de bañar de ironía su más reciente discurso. Ahora su sueño es viajar por el mundo. ¿Con qué idilios vivirá Rahul?

Luigi, italiano y fumador compulsivo que pasa la noche en el desierto de Jalsaimer, lleva cinco visitas a India (la primera fue hace treinta años, cuando veía a leprosos muriéndose a la vera de la ruta). Fascinado por la filosofía de este país, explica que para entender realmente esta cultura hace falta estar al menos seis meses recorriéndola, la India y la cultura, y leer mucho al respecto.

Como Luigi, que trae su canosa barba y su pelo largo desde Turín, piensa mucha gente de todo el mundo que viaja por medio año a India a tratar de encontrar algo. Su interior; su espíritu; su liberación. Religiosas y no tanto, millones de personas llegan cada año a India a comprar su libertad, conscientes o no.

El hombre que le compró el pasto a la vaca también está comprando su libertad, su salvación. El que liberó al pájaro probablemente intenta liberar su propio espíritu. No lo saben, pero de algún modo alimentan el círculo vicioso de la libertad del espíritu, que gira y gira con el chakra dharma.

Mientras tanto, David y sus hijos, Alí y Salim, preparan el almuerzo. Son guías en el desierto, pasean turistas sobre sus camellos y, de algún modo, ofrecen a cambio de unas rupias una sensación bastante parecida a la libertad.
David y sus dos hijos son musulmanes y viven en una aldea a 20 kilómetros de la frontera con Pakistán. Caminan horas bajo la luna desértica para llegar a su casa. Sus camellos son el pájaro encerrado en la puerta de la pagoda, son el pasto prolijamente desacomodado que pronto comerá la vaca de los primeros párrafos de esta crónica.

Hace unos días mi hermano me escribió un mail pidiéndome que le cuente cómo funcionan las sociedades de este lado del mundo, si aquí también es ridículo el desbalance nacido del capitalismo o si la gente se rige con (otros) principios. En India no vimos los cadáveres de leprosos a la vera de la ruta de los que me habló Luigi, pero la pobreza es extrema en muchos lados.

Sin embargo, aquí la pobreza es distinta, si es que existe la posibilidad de que tenga distintas formas. Después de todo, la pobreza, miseria, indigencia o como se la defina, no es más que un dolor creado por el hombre. En cuanto a los sentidos, ese dolor se palpa en India con los ancianos desnutridos pidiendo monedas en las calles de las ciudades, y con los chicos en las aldeas del desierto aprendiendo a decir en inglés ruppee (rupia) y school pen (bolígrafo para el colegio).

Pero India trasciende cualquier análisis parcial, y ni uno económico ni social pueden comprenderla. El espíritu indio corre por caminos tan profundamente religiosos que la escisión de cuerpo y alma es completa. El indio vive dos vidas a pesar de tener una sola: una lo obliga a alimentarse cada día para sobrevivir; la otra le asegura que nada hay de importante en este mundo más que encomendarse a Shiva, Alá, Jesús, Vishnu o Ganesha. Entonces, todo se convierte en una insólita devoción por la fe, junto a una incesante búsqueda por santificar este andar por la tierra.

Y en esa vida interior es donde veo que la pobreza es distinta, y aunque no conciba la idea de que alguien pueda ser feliz sufriendo necesidades, en India realmente la pobreza parece importar poco (desde cualquier punto de vista). Al menos en apariencia, el pobre es tan religioso como el más rico, y al más pobre no le interesa tener más plata que la necesaria para sobrevivir, le alcanza con saber que su vida significará un paso adelante hacia el esperado final de las reencarnaciones (samsara para el hinduismo, nirvana para el budismo), o para la entrada al paraíso (católicos y musulmanes). Lo mundano, en ese nivel de consciencia, está muy depreciado.

Alí, el hijo menor de David, que tiene diez años y no va al colegio, lava los platos fregándolos con arena, duerme de noche en el desierto, pasa frío, tiene tos. Sin embargo, a diferencia de lo que piensa Rahul –el cocinero de Goa–, a Alí, que todo el tiempo fuerza a su camello para que galope y trabaja con su padre desde que tiene consciencia, lo que más le importa no es la plata. A Alí, lo que más le gusta son las galletitas dulces.
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TextoGastón Bourdieu
VideoExpreso a Oriente
Música:  O…Saya, de Rahman / Seja Feliz, de Marisa Monte

 

12 respuestas a India

  1. nati rayo dijo:

    hermoso relato gato qerido~

  2. Paula dijo:

    No conozco India pero este relato muestra su parte sensible y, al menos en lo que a mi concierne, me gusta asi. Muy bueno Gastón!!

  3. abel urricelqui dijo:

    estuve alli y estoy en casa
    excelente descripcion. gran edicion del video. abrazo

  4. Helena dijo:

    Sublime cada frase del relato. Escrito con sinceridad y respeto. Relato que permite al lector tener una pincelada de la India, porque tal como dice Luigi “para entender realmente esta cultura hace falta estar al menos seis meses recorriéndola, la India y la cultura, y leer mucho al respecto.” Sin más mi sincero BRUTALIX! para vuestro trabajo, el video y el texto que lo acompaña. Me gustaria dejar una duda al aire: ¿Porqué el ser humano dejó de creer en sí mismo?, es más, ¿Qué necesita el ser humano para dejar de creer y simplemente ser?… quizás estoy divagando en qüestiones muy evidentes pero llevo tiempo en este mar de dudas, en este mar de creencias y descreencias, en ser o no ser, en vivir conscientemente sin necesidad de hacerlo por algo o alguien.

  5. Norma Susana Hassan dijo:

    Esta vez no pude escribir enseguida, al terminar de leer. Me quedé un rato largo frente a la pantalla, no sé si pensando o por ahí comparando. India está tan lejos….y por un momento, querido Gastón, me la pusiste tan cerca, acá, adentro de mi casa. Como dicen ahora, es muy fuerte y me sacudió.Me quedé pensando en Ali y su galletita, sin concurrir a la escuela y trabajando, como tantos chicos. Ya ves, Gastón, lo conmocionante que fue esta entrega número 13. Valoro enormemente que esos ojos jóvenes de cuatro argentinos me sigan contando todo lo que ven y sienten en ese maravilloso viaje. Un saludo cariñoso desde Mardel.

  6. Sol dijo:

    Qué buen relato, qué buen video, todavia tengo la piel de gallina. Que buenas tomas hicieron y qué linda música le pusieron. Felicitaciones chicos y feliz año nuevo!

  7. Gi dijo:

    A veces juego a adivinar cual de ustedes es el autor del texto…algo loco de un proyecto como éste,distinguir las distintas perspectivas según los ojos del que mire.
    excelente capitulo chicos.
    Saludos santiagueños

  8. Liliana T. Becerra dijo:

    ¡Qué viaje tan enriquecedor, Gastón! ¿A veces no te parece que estuvieras viviendo varias vidas? Un placer poder vivirlas a través tuyo.

  9. Liliana T. Becerra dijo:

    No les llama la atención qué blancos tienen los dientes todos los chicos? ¿Será porque no comen vaquitas?

  10. Augusto dijo:

    Jejeje el movimiento de cabeza… quién iba a pensar que eso es un “sí” rotundo…

  11. Paula dijo:

    me encantó. Que difícil me es imaginar un lugar donde el visto como pobre es el menos espiritual.

  12. fernanda dijo:

    Qué este viaje nunca termine chicos !!!

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