El Viaje

Expreso a Oriente - El Viaje

Fue una extraña coincidencia triangular. Gastón venía postergando esto de viajar hace cinco años. No encontraba el tiempo, el coraje o vaya a saber qué, el tema es que amagaba y amagaba pero siempre seguía en Argentina. En el 2012 eso cambió.

Por su parte, Hipólito volvió en diciembre del 2010 de un viaje de un año (Nueva Zelanda y el sudeste asiático), y casi 515 días después –afectado por la fiebre del movimiento– decidió seguir viajando.

Y a Joaquín, ya en el 2005 (estando también en Nueva Zelanda), se le ocurrió que quería hacer el Transiberiano. Al principio fue solo una fantasía que se transformó, en el 2010, en una convicción. Pero claro, los años fueron poniéndolo pretencioso y ese primer capricho se convirtió en un proyecto monumental.

Y acá estamos, los tres, perdidos en medio del planeta. Durante ocho meses intentaremos atravesar todas las fuentes culturales que nos configuraron como las personas que somos. Porque somos argentinos y como tales somos muchas cosas, demasiadas. Por eso este viaje también será demasiados viajes. Pero una aclaración, Expreso a Oriente no un show televisivo sobre la extrañeza, es una búsqueda basada en la convicción de que no hay cucarachas de la noche a la mañana… lo que sea que tengamos de insecto lo tenemos desde siempre. Por eso empezamos por Europa Occidental, para iniciar la metamorfosis desde nuestro lado palpable. Luego vendrán los países que conformaron la Unión Soviética y por supuesto, Rusia. Del país más grande del mundo haremos sus ciudades occidentales pero también su desolada Siberia. Después, siempre en tren, el pasaporte recibirá el sello de la nómade Mongolia. Más tarde, China, el puro Oriente, su expresión más obvia y alejada.

A esa altura no sabemos qué pensaremos de la vida pero la idea es seguir por Tailandia, India –bastante India–, Arabia, Israel, Jordania… y todo el medio oriente que nos sea posible. Tal vez Egipto, Turquia y Grecia. Tal es el sueño. Tal es la locura que nos une.
Por supuesto, enumeramos países pero en rigor son culturas. Rasgos de la única cultura posible. Registrar la música de cada pueblo es registrar la música del mundo. Tal vez, si unimos cada elemento común que vamos encontrando podamos reunificar el origen de todo. Porque en el principio, religión al margen, éramos lo mismo. ¿Cuándo dejamos de serlo? ¿Cuándo empezamos a pensar que no lo éramos? Al fin y al cabo vamos a buscar cuándo fue que nos confundimos y empezamos a vivir como si hubiera varios mundos. Por eso mismo viajamos por tierra en este recorrido circular, para registrar metro a metro lo cambios y las coincidencias. Par ver cómo un idioma va mutando lentamente hacia otro idioma: los alemanes y los polacos suenan parecido, los polacos y los rusos suenan igual, los rusos de siberia y los mongoles son casi lo mismo, los mongoles y los chinos… ¿y los chinos y los alemanes? Hay algo en la progresión que parece perdido. ¿Cómo sería la sucesión en cámara rápida de todas las caras que capturemos? ¿Se reconocería la diferencia? ¿Y si en la cultura pasa lo mismo? ¿Y si eso que vemos como diferencia no es más que condimento? El mundo, decimos, como una gran paella llena de mariscos y de pollo, y con curry y con chucrut, con queso rayado y con carne cruda… Al fin y al cabo, la cita precede al viaje, “existen infinitos universos, pero todos existen en éste”.